sábado, 2 de mayo de 2020

Y después de 50 días, por fin, empezamos a ver la luz.

Añado esta entrada, henchido de felicidad, después de casi dos meses de confinamiento. Y lo que queda, claro está, aunque estas pequeñas medidas de alivio a muchos, o a casi todos, nos dan la vida. Tiempo en el que hemos tirado de ingenio para poder hacer algo de ejercicio, siempre dentro de casa. Tiempo en el que, por desgracia, muchos se han quedado por el camino.


Por eso hoy, desde que amanecía, estaba pendiente del reloj para levantarme a tiempo de poder salir, por fin, con mi bici para recorrer los caminos, para respirar el aire puro, mas puro ahora que nunca, para disfrutar de los campos llenos de vida, pletóricos en esta primavera que el maldito virus nos ha robado.





Me produjo también mucha alegría ver la cara de paseantes, con conviviente o sin él, la cantidad de gente corriendo o montando, como yo, en bici. Pero siempre guardando la distancia de seguridad, como es debido. Y, creo también, con una pizca de cierto temor.



Finalmente, cuando volvía a casa, me sorprendió y alegró muchísimo ver como salían de su casa mis vecinos, era su turno, él con sus bastones y ella, mejor de salud, delante abriendo camino. "Nuestro primer paseo", me dijeron. Seguro que lo disfrutaron tanto o más que yo.